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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Como un cantito

Si tu cielo resulto ser la suela de alguien más, de un tercero sin escrúpulos que al descubrirte te pisó, piensa que la ironía de la vida lo volverá a él un chicle en alguna otra suela. Todo lo que termina le da la oportunidad a algo nuevo comenzar, si tu vida finaliza alguien más comerá y si un rey se muere otro nuevo nacerá. El verdadero amigo se verá si en tres años de desencuentro se hablan igual, no hay frecuencias en la amistad, sólo el amor solicita participación activa. Siempre puedes encontrarme entre hojas, de algún libro viejo, en mi humilde biblioteca; pero mejor me sentiría si al mirarte al espejo encuentras en tu reflejo brillos de aquello que te cuento.

Hasta luego

Silencio, no hay nada por decir. Silencio, es la única respuesta. Silencio, sólo silencio. La oportunidad no llegó nunca, es imposible para él conseguir un consuelo. No hay reina, no hay ya esperanza. Como todo dolor, traía consigo ríos de tinta y de lágrimas. Cuando los caminos buscan destinos opuestos, difícil es avanzar. Tarde entendió que estaba equivocado. Calló y dio pie a la palabra tan temida de la despedida: “adiós”. Ahora pena su debilidad, que nunca existió. Ahora guarda un recuerdo. Sabe que falta. Espera, espera, espera…

Nada es suficiente

No hay sentir en el sueño truncado de la desesperanza, pues ya no tiene nada por perder. El sol brinda ese calor que ya no poseo y no existe espada para mis versos. No es mi voz la que habla, es la de otros, mis mayores, que han sufrido en igualdad. La historia es una sucesión de ecos en los espejos, ciego soy, nadie se atreverá a romperlos, eliminando así el tenebroso ciclo. La superstición humana es fatal. Sectas de ángeles nos esperan en un puerto, generalmente, sin retorno. No es necesario hablar de amor, no existe. Sólo tus ojos son reales y las sombras en la ventana de tu “tal vez”. Tan posibles como los cuentos no escritos o los poemas que esperan en mi pluma para transmutarse en elegías, más esas verdades de la mañana que ya no recuerdo o no deseo recordar. El que espera carga por dos el peso de la proeza: indirectamente el actuar del héroe o protagonista, directamente el agónico martirio de la impotencia. No hay erudición, ni mérito, ni talento, ni capacidad individual que ten

Esperando la mañana

El cielo gris anuncia la inminente llegada de la tormenta. Las flores hace tiempo la esperan, pues estamos en la puerta de la primavera; pero no mis flores, su cielo es oscuro y no hay sol para ellas. Puede que su consuelo esté en el cantar de alguna lejana ave, o en el brillo tenue de mi estrella, o el ya gastado recuerdo de un beso nocturno que me ahoga durante el día. Cierta soberbia se vislumbra, de algún irónico modo, en la altiva mirada de mis rosas. El clima les es adverso, no hay humedad en el aire, no tienen luz para crecer y sospecho que el suelo les prohíbe la fertilidad. Pero aún así se niegan a ceder vida, a dejar de sonreír, de apuntar a un sitio que no conozco, de esperar que el día de mañana sea mejor. Creo, y no temo equivocarme, que ellas no esperan nada sino el que espera soy yo.