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Mostrando entradas de octubre, 2013

Sin lugar para escribir

La taza hace tiempo está vacía, porque ya no queda ninguna infusión para beber. Sobre la mesa me espera una lapicera sin tinta y un papel usado por poemas anteriores. Las luces apagadas envuelven la soledad como ella me envuelve a mí. Quedarán para otros días y para otras personas esos sueños de finales felices. Me perderé el futuro esperando un pasado que no volverá. Pero mi pesar será muy concurrido, porque la tristeza es abundante estos días.

La vida sin sonrisas

Es tu estrella la guía de cada uno de esos temerosos caminos que tomo. Pero siempre me pierdo porque su luz se apaga en la parte más profunda de la noche. Cuando más la necesito me deja en tinieblas y tengo que tantear el suelo para saber dónde estoy. Pero el silencio trae una sabiduría que no es posible conseguir a los gritos, ni en los pasillos de las universidades. El resto son todos supuesto. Tal vez la luz nunca existió y yo idealicé una estrella o me quedé ciego y ya no pude verla. Tal vez el laberinto es mi propia mente que teje redes para que me pierda sin moverme nunca del mismo lugar. Tal vez nada de esto sea verdad y lo único real sea un poema que habla de imposibles. No creo que Irene, Olivia o Mariana sean capaces de llenar las sonrisas que me faltan.

En la cama

Te busqué como a un sueño que se sospecha pero no se conoce. Los años se juntaron despacio pero sin parar y las primaveras pronto amenazaron con tenues otoños. ¿Dónde quedaron los veranos de mi vida? ¿La esperanza que nos impulsaba al fondo? ¿No te vi en las sospechas de un día nuevo, cuando el sol recién salía? Las preguntas ahora pueden parecer innecesarias, pero es lo que nos queda entre las sombras. Ellas y un juego, que supone posibles finales a una misma situación. Ellas y ellos y tus ojos con el reflejo de luz de una ventana entreabierta, una sonrisa y un suspiro. La interrogación se desgasta en el uso inútil de consultar a la pared o al techo desde la cama.

La tercera mujer

No conocí nunca a Irene, pero la amo porque ella también es el aroma que me gusta sentir al despertar. Oliva representa nuestra propia persona y es difícil valorar el reflejo en un espejo cruel. Pero también está esa tercera musa, utilizada y a veces abandonada. La que te recibe en su seno como una madre y no pregunta al ser abandonada. Marina es un igual, que engloba lo que representamos y lo defiende. La rosa es un instante, un poema, una foto. La belleza en su máxima expresión por un segundo. El vino es el madurar, una película o una novela. Es lo que perdura en el tiempo. Se hace imposible atribuirte mujer a una sola de esas categorías.