Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2013

Tempestad helada

Combate gélida contra nuestra piel la briza que emanan los corazones oscuros. Arrebatan de nosotros las esperanzas y fantasías, dejando la (muchas veces penosa) realidad que de todas maneras tenemos. Se congelan los recuerdos a tal punto que se vuelven fríos reflejos de espejos invertidos. Dibujaré en uno de ellos tu figura, para que al verme en él, la tempestad tenga alguien que le haga frente.

Encuentros casuales

La lluvia te acaricia la piel en algún lugar distante, mientras aquí no llueve. Pero esas gotas también tocaron mi piel en el pasado y lo volverán a hacer. Las nubes son el prólogo de nuestro reencuentro diferido. Su tacto en tu piel es mi tacto y su aroma en el suelo es tu aroma. Aunque nuestro encuentro sea separado por el tiempo y la geografía, es un encuentro. Incluso, tal vez, los dos miremos al cielo y enjuaguemos nuestras lágrimas. Serán entonces el aditamento de nuestra próxima cita.

Autómata V

Los muros de mi celda no son demasiado altos y no hay techo. Tiene amplios ventanales, prácticamente mi jaula es de cristal. Veo y escucho todo lo que ocurre, por alguna cruel broma de mi captor. En un principio, la conquista por parte del autómata fue violenta y arrebatadora. Pero mientras más se acercaba a donde me encontraba, fue disminuyendo su belicosidad. Y al verme, espada en mano, decidió encarcelarme. Tal vez porque mi reflejo en sus ojos, es un espejo de lo que ahora soy.  Y él es a su vez un reflejo mío.

Autómata IV

Con horror noté que el autómata se apoderaba de mi vida. No lo liberé, ni lo extrañaba, pero fui débil una vez más y él aprendió de sus errores. Al principio me alegró verlo de nuevo, tras años de ausencia en el desván. Pero siempre tuvo una coraza que lo mantiene inexpresivo, como un escudo. Y frío como el hielo. Pensar que nació como un amigo, o un sustituto, para todo aquello que yo no quisiera hacer. Entonces, cuando parecía incontrolable, llegó mi Teseo que me quitó de ese laberinto. Pero, al igual que a Ariadna, fui abandonado en una isla desierta y me convertí en campo fértil para el regreso de mi creación. ¿Quién camina ahora, él o yo? ¿Quién escribe estas líneas? Aunque como siempre la pregunta más importante es otra. ¿Quién era yo, un rehén o el Minotauro? Pasarán los días desde hoy y la llama del poeta desaparecerá lentamente, tal vez sea una bendición.