Cuando la veía me olvidaba de mis viejas musas
Ella estaba llena de cosas imposibles, que la hacían atractiva al extremo de perderme. Siempre tuvo eso de ser deseada, como todo aquello que queremos y no podemos tener. No daba abrazos a nadie, porque decía que no eran para cualquiera y no quería que perdieran su valor. Cada tanto la lluvia le arrancaba alguna nostalgia o una de esas tristezas que intentaba enterrar en el patio de atrás. Yo pasé como una canción de primavera, sin dejar marcas en su historia. Pero a mí me talló como el rio a la roca que descansa en una orilla, tomando sol.