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Mostrando entradas de octubre, 2014

Cuando la veía me olvidaba de mis viejas musas

Ella estaba llena de cosas imposibles, que la hacían atractiva al extremo de perderme. Siempre tuvo eso de ser deseada, como todo aquello que queremos y no podemos tener. No daba abrazos a nadie, porque decía que no eran para cualquiera y no quería que perdieran su valor. Cada tanto la lluvia le arrancaba alguna nostalgia o una de esas tristezas que intentaba enterrar en el patio de atrás. Yo pasé como una canción de primavera, sin dejar marcas en su historia. Pero a mí me talló como el rio a la roca que descansa en una orilla, tomando sol.

Vestigios de Troya

Me engulle como el vacío al paracaidista, como el mar a las rocas que arrojan los niños desde la playa. Y no tengo ningún control bajo el sol, soy un peón en la línea de fuego de una reina sedienta de conquista. ¿Qué mano determina los movimientos que hago? Porque me entrega al matadero y me deja sin opciones. Ya sin desconfianza abro los portones y festejo por los cientos de caballos de madera que me regalan. Mañana arderá la ciudad, que tanto costó construir, y sus historias se reducirán a una noche, a unas llamas. Hoy sopla un viento fuerte, el cielo amenaza tormenta y algunos ojos siguen cubiertos por un velo.

Escaramuza

Ella me flanqueó el cuello a besos, porque le gustaba jugar a la guerra y se tenía mucha estima como general. La dejé avanzar, sin que sospechara el ardid, porque como dice Sun Tzu el fuerte puede pasar por débil. Su victoria, a ojos del inexperto en los artes bélicos, parecía clara y tal vez así lo entendió. Demasiado rápido intentó alcanzar mi boca, pero mis labios tenían otros planes y el contraataque fue implacable. La moral de sus tropas se derrumbó a la velocidad del rayo y su ejército se desbandó. De haber adorado a los dioses paganos, tal vez esa noche ambos hubiéramos cenado en el Valhalla.

Vagar por la ruta

Bendijo mi camino con un desierto de afirmaciones y dejó solo un espejismo al sediento. Los reptiles que decoraban el paisaje simulaban un vil escarnio del destino. El calor convierte el llanto en pecado, así que el resto del camino será un derrotero silencioso. Tu reciente ausencia tiñe el aire y ese prisma empaña todo lo que veo. Me acompañará el velo hasta alcanzar nuevos horizontes o que se agote la clepsidra que me corresponde.

Después de la caída

 Para Desirée, que entiende Se llevaba el mar los restos del naufragio y en la playa solo quedaban los vestigios de lo que fuimos. Podíamos rendirnos y dejar que los cangrejos y las gaviotas se llevaran lo que nos quedaba. Carne y piernas débiles, la sed del que bebe agua salada y un par de prismas en las mejillas. Pero en vez de cerrar los ojos cerramos los puños y elegimos el camino difícil, el del que se levanta. Hoy, desde la cima, se ven distantes las tormentas y las derrotas. Aunque no se olvidan las heridas ni el sendero en la ladera de la montaña.