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Mostrando entradas de mayo, 2012

Ante el invierno

Las gotas de rocío se transmutan en escarcha y el viento deja de ser caricia para ser puñal. El aire gélido se convierte en un velo ante la vida, el sol vive en otras latitudes. Los pulmones se hinchan y parecen quebrarse como el vidrio de la botella que se cae. Cuando parece que nada va a romper esa coraza helada que nos recubre, no solo el cuerpo, sino también el corazón, el tacto de un dedo familiar termina el hechizo. El torrente de sangre se deshiela y los músculos se reaniman después del aletargamiento. Una caricia es acercarse a la primavera y un beso por asalto volver a los días de verano. Cualquier esquina es un refugio para amar y cualquier plaza un bello sitio para abrasarse. Qué importan los testigos, los protocolos, esa extraña necesidad que a veces existe de querer actuar como les agrada a los demás. No es de extrañar que en la mirada de los alarmados, se desprecie el invierno

Los miedos

Anidamos sin saberlo un conjunto de temores que nos consumen como el fuego a la leña. Contra todo pronóstico, se arraigan en nuestros corazones y construyen fortalezas inexpugnables. Aquello que pensamos nos destruirá, vive con nosotros y teme por nuestra suerte, aunque suene a ironía. Su origen no importa, porque todos actúan de manera similar. Comienzan por confundirse con la prudencia del sabio que sabe que está bien o mal. Tarde o temprano será como un freno, todavía racional, que privilegiará nuestra integridad. Cerca del final de su construcción, primará la seguridad a la libertad y seremos meros prisioneros en lo que antes era propio. Puede que lo merezcamos, pero queda en el aire la antigua idea de que el esclavo siempre mata al amo.

Esas palabras

Es un goteo interminable el de los días sin luces en túneles vedados a la vista. Hay sueños sanos en las mentes inocentes y en los ojos esperanzados por el porvenir. La tristeza nubla a aquellos cuyas huellas figuran, aunque tenues, en ese camino que es la vida. Los legados de los hombres se borrarán como el trazo de un lápiz en el papel, sin importar el garabato o la sentencia. No nos quedará nada más que alguna lejana certeza de otro destino, pero de eso no se trata nuestro mundo. Solo somos un momento tras otro que se van acumulando en el fondo del patio de nuestros cuerpos. Un último suspiro que inspirará el plañir de algunos y los versos de otros. Estoy seguro que en el final, añorar el pasado no será revivir deterioradas victorias ni besos en el portal de algún palacio sino la desesperación de intentar recuperar el tiempo que ya no va a volver.

Elegía de los campos de batalla

                                                                    A Christian, que entiende. Si el tiempo desgastó las metáforas y la vida se encargó de humillarlas. Tal vez ya no podamos decir que durante una época fuimos caballeros. En la que no veíamos la muerte esperando en el horizonte. Cuando sobre el yelmo se podía apreciar un cielo azul. Esos momentos en que el sol era algo más que una estrella lejana. Todos tuvimos en esos días las mejores espadas, ahora astilladas. Nos pertenecía el escudo infranqueable, antes de perecer frente de la lluvia de flechas como lenguas de serpiente. Y una coraza que era nuestro último refugio. Ya sin guerras, objetos de nuestro deseo, se apaga con lentitud el mundo. Preludio del suspiro un par de preguntas me asechan: ¿Qué futuras armaduras se oxidarán obsoletas? ¿Quién tendrá el gusto de arder en ese infierno?