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Mostrando entradas de enero, 2016

Las cosas que importan

Puede haber millones de estrellas, algunas más grandes, algunas más bellas, pero sólo hay un Sol. Puede haber decenas de reyes, algunos gloriosos, algunos grandiosos, pero sólo hay un emperador. Puede haber miles de tipos de miel, algunos más dulces, algunos más sabrosos, pero sólo hay uno que me gusta a mí. Pueden haber varios nombres en tu mente, pero sólo importa el que aparece cuando las luces se apagan y cierras los ojos.

Los límites de los sueños

No sé cuándo crucé la barrera, pero descubrí que mis sueños confabulan contra mí. Y de alguna manera también soy cómplice de mi martirio, porque conocía el doble filo de la imaginación. Es verdad lo que afirman aquellos que rechazan la construcción de ídolos. Hoy no recuerdo cómo era su tacto, pero al cerrar los ojos puedo sentirlo en mi piel. Estoy perdido, soy mi propio enemigo y no suelo perdonar.

La cosas que no se cuentan

A veces imagino el suspiro relajado de Teseo, con la espada ensangrentada y a sus pies el cuerpo del Minotauro. Tal vez temblaba, tal vez lloró de alivio o de alegría, tal vez no sintió nada y solo miró el hilo que lo liberaría. Pero Teseo estaba destinado a ser héroe ganara o perdiera. Su derrota y posterior muerte encendería una mecha en Atenas que terminaría en rebelión. Todos llegamos en algún momento al laberinto, algunos entramos por curiosidad, menos buscamos a la bestia. Y es ahí cuando comienza el desafío, cuando se pone todo delante cuando se puede perder. Pero aún así entré, busqué, encontré y enfrenté, desarmado, como cualquier otro mortal a pie.

Declaración de guerra

El líquido escarlata bailaba con cada movimiento de su muñeca dentro de la copa de vino. Sus ojos no miraban nada en particular, simplemente contemplaban su realidad. Mientras fumaba, porque no podía ser perfecta, deslizó que estaba confundida y que quizá yo era parte de esa confusión. Ahora que puedo mirar al pasado tras el abismo que solo abre el tiempo reconozco que me simpatizaba su forma de ser. La declaración de guerra flotó en el aire por un largo rato, pero ninguno movió sus tropas esa noche.

La víctima

En mi lecho final debo confesar para que este desenlace tenga algún tipo de sentido. Yo la encontré perdida en una isla casi desierta de la que era reina absoluta. El problema de esas fantasías es la fragilidad de las relaciones con los que están fuera de ellas. El exterior va a ser siempre un enemigo a destruir o a temer, o las dos. Y su mundo estaba regido por ese espejo del que lentamente la rescaté. De algún modo fui más un terapeuta que un amigo, el hilo en el laberinto. Pero para liberarse, cosa que logró, necesitaba una última víctima. No considero esta muerte una derrota, aunque mi último sabor es un poco amargo.

Ante la bifurcación

Todavía recuerdo el color de sus ojos, el tono de su piel y vagamente el sonido de su voz. Se movía con la gracia de una gacela que abusaba de sus largas piernas para deslizarse en vez de caminar. Me mintió y yo le creí, o quise creerle, que era el único que la hacía reír. Luego se despidió entre gestos y a la distancia como una amante a punto de ser descubierta. Siempre la imaginé parada ante una bifurcación: hacer las cosas bien o hacer lo que se siente. Pese a la ironía yo estaba del lado de lo correcto, pero no se puede competir contra los sentimientos.