Fragancia de recuerdos
Se filtra más allá de las barreras que nuestra mente puede interponer. No es controlable y sube despacio por cada recoveco posible. Puede ser cualquier cosa, pero solo una o a lo sumo dos son capaces de generar en nosotros un vacío en el estómago, provocado por algún recuerdo lejano en el tiempo. No nos avisa ni advierte y de idéntica manera va a escapar. Posiblemente le demos nombres: a jazmín, a chicle, a rosas, pero nuestra memoria no lo va a reconstruir ni a recordar. Pero cuando menos lo esperemos, quizá la tarde de un martes en primavera, abriremos una ventana y alguna flor inocente nos hundirá de nuevo en la espiral de la nostalgia.