Reloj de agua
Diluye su contenido la clepsidra cuando mis ojos contemplan los tuyos. Se espesa en la partida, como el aceite o peor, casi al punto del ahogo. Como quien debajo de las olas quiere gritar, pero se sofoca en agua que no sacia su sed. Se congelan los confines de su mundo y lo gélido se extiende hacía el corazón de su mundo. La superficie, de por sí blanda muchas veces, en la que se apoyan sus pies desaparece inevitable. Se vuelve incorruptible el sueño en la sistemática tortura de “tal vez si…”. Entonces de nuevo transcurre el líquido por un cuello más amplio y con brío el tiempo me abandona.