Moneda
Una moneda esperaba del suelo ser recogida, pero su valor era tan ínfimo que nadie se dignaba agacharse. Su existencia no le importa a nadie, quizá tampoco a ella, que mira con desdén como el mundo sigue su camino natural. No tiene más que peso simbólico, su metal no es precioso ni posee el relieve de una reina o un panda. En el inicio estuvo unida a las demás, pero rápidamente se delimitó su universo y sus posibilidades. Ella lo supo mucho después, cuando se le dio un nombre y denominación idéntica a tantos otros millones. Tal como las personas, sólo las defectuosas sobresalen de la masa informe. Algunas son separadas para volver a ser fundidas, las que escapen caerán en las manos de algún codicioso coleccionista para transformarse en trofeos. El resto, como nuestra amiga, se incorporará al mercado. Allí serán testigos mudos de hechos gigantes en la vida de míseras voluntades. Ese niño que