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Mostrando entradas de agosto, 2011

Moneda

Una moneda esperaba del suelo   ser recogida, pero su valor era tan ínfimo que nadie se dignaba agacharse. Su existencia no le importa a nadie, quizá tampoco a ella, que mira con desdén   como el mundo sigue su camino natural. No tiene más que peso simbólico, su metal no es precioso ni posee el relieve de una reina o un panda. En el inicio estuvo unida a las demás, pero rápidamente se delimitó su universo y sus posibilidades. Ella lo supo mucho después, cuando se le dio un nombre y denominación idéntica a tantos otros millones. Tal como las personas, sólo las defectuosas sobresalen de la masa informe. Algunas son separadas para volver a ser fundidas, las que escapen caerán en las manos de algún codicioso coleccionista para transformarse en trofeos. El resto, como nuestra amiga, se incorporará al mercado. Allí serán testigos mudos de hechos gigantes en la vida de míseras voluntades. Ese niño que

Dedicatorias

Hay al menos tres personas que se ganaron el derecho de no aparecer en mis dedicatorias. Lo que no las exime de entrar triunfalmente o no tanto, en algún que otro verso. Quizá porque fueron una parte importante de mi vida y ahora viven en una línea, junto a mis reflexiones. Tal vez porque de todas las palabras que les dedique, sólo sobrevivieron aquellas que con nostalgia recordaban lo nuestro, lo perdido. Sin embargo, no resisto de vez en cuando derramar un poco de tinta sobre el papel y hablar de aquellos que no nombramos. Pudo ser que nuestras diferencias fueran demasiado grandes y nuestras similitudes sólo una tibia admiración mutua. En otro caso, ninguno de los dos estábamos listos para el otro y nunca lo estaremos. En el último, no hay nada que se pueda hacer contra la agonía de saberse no amado. Esos tres nombres figuran entre mis tabúes y nunca se verán nombrados en mis poemas. Pero si me

Tregua

Aquel que ha leído sabe bien que ninguna guerra dura eternamente. Emergió como un fantasma, desde las sombras y encaró sin vacilar hacia donde me encontraba. Las personas que me rodeaban la observaban atónitos, sin saber cómo reaccionar ante tal situación. Con una seña detuve cualquier tipo de acción violenta y deje que se acercara, no estaba armada. Me miró a los ojos, se disculpó por todos aquellos años de vacío enfrentamiento y ofreció una alianza fraternal. Lo analicé durante un momento, fue mi turno de mirarla a los ojos y en voz alta le dije que no tenía nada en su contra. El tiempo se había encargado de remover todos esos malos recuerdos de mi mente, mas el conflicto no nos dejaba progresar. Pero tampoco tengo nada a tu favor, concluí ante su evidente decepción. Así fue que, luego de un fuerte apretón de manos, nos despedimos para siempre.

Rebeldía

No es cierto eso que dicen algunos cuentos sobre finales felices. Para empezar ningún final puede terminar bien, a menos claro que finalice el dolor. Yo puedo dar muchas respuestas ya, pero no creo que las quieras escuchar. Y la verdad, es que todo suena tonto, siempre tropezando con el mismo escollo. Pero seguramente sigamos de la misma manera, ignorando nuestros conocimientos y guiándonos por nuestras penas.