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Mostrando entradas de junio, 2014

Caen y golpean

Una roca del espacio marcó para siempre nuestros destinos y sin embargo hoy no vemos ninguna cicatriz. ¿Cuántos meteoritos pasaron por nuestro cielo y cambiaron el curso de nuestras vidas? Se extienden como largas sombras esas palabras de despedida que nos entregaron al desconsuelo. Luego pasó, porque el dolor es un dique que con el tiempo rebalsa. Y nuevas plantas cubrieron las cenizas y la erosión llenó de arena las costas. A fuerza de sonrisas cubriste las lágrimas y el sufrimiento cedió. Se pueblan irremediables tus llanuras y es imposible ignorarlo. Esa historia termina ahí y es feliz y colorín colorado. Pero acá quedan superficies áridas y tormentas. Paisajes lunares, desérticos y cubiertos de deformidades. Y una vista perfecta hacia un paraíso al que ya no se pertenece.

Mientras miro una flor

Ella bebe el jugo de una naranja y en sus ojos no hay preocupación ni pesar. Un gorro la protege, pero su cabello igual vuela libre en la leve briza otoñal. Mi banco no está lejos y sin embargo parece que entre nosotros hay un campo minado. No solo nos aleja la previa ignorancia mutua, el no saber que el otro existía hasta descubrirnos. Sino esas cadenas que nos impiden acercarnos a lo que no conocemos. Imagino dos tipos de hombres: el que utiliza la espada y muere con valor o el que encuentra en el verso el mejor refugio de la espada.

Asedio en mis sueños

En la penumbra Irene acechaba mis sueños, pero no logré despertarme para evitar su asedio. Yo vagaba por largos pasillos llenos de bifurcaciones, pero el entorno no me parecía inhóspito o desconocido. Mi cuerpo era tosco, incómodo, pesado, aunque lo peor era la cabeza, aún más tosca, más pesada. Jugaba a respirar despacio mientras caminaba, porque no había mucho para hacer. Pensaba en las cosas esenciales: comer y buscar un lugar para dormir. No había otras preocupaciones, ni libros por leer ni gente por llamar. No existían serpientes que se comen su propia cola, ni arquetipos imposibles, ni los vagos talismanes que a veces son los recuerdos. No estaba fascinado por los antiguos imperios, ni por los besos robados, ni por las sumas y restas que no coinciden. Era y nada más. Entonces la vi, estaba parada con la espada en mano y una sonrisa en el rosto. En un impulso casi bestial corrí a abrazarla lleno de felicidad. Mi sangre brotó despacio, mientras la imposibilidad de hablar me ahogaba

Naufragio

Se acercó con cierta cautela y un brillo en los ojos que hacía tiempo no veía. Siempre me gustó como le quedaba ese perfume y su fragancia me envolvió en recuerdos y en nostalgias. Me observó, de esa forma tan particular que ella tiene y me dijo que amarme era como naufragar en el mar y tener sed. Cada trago de agua salada demanda uno posterior más largo y la vida se acaba despacio. Besó mi mejilla, vi un pequeño prisma que se deslizaba por el lado izquierdo de su rostro y se marchó. Pero antes de perderla de vista, junté fuerzas y le grité que de cualquier manera estaba perdida en el mar.