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Mostrando entradas de enero, 2015

Prisioneros

¿Te aprisionaron esos ojos verdes pardos, que danzan según cambia el sol? ¿Caíste en sus redes como quien sigue un rastro de migas entre las palabras? ¿Buscabas un Ícaro que te hiciera volar y te topaste con un Dédalo que te liberó del laberinto? ¿Encontraste en su luz la salida a la oscura monotonía? ¿Cuánto de todo lo que te parecía real ya no lo es?

Encierro voluntario

Entre páginas pérdidas dibujaba historias que no entendía ni sospechaba reales. Se sentaba como un niño ante tomos gigantes que intentaban seducirlo sin mucho esfuerzo. Los relatos de antaño, un poco oxidados o exagerados por la distancia, le pedían cada tanto que los resignificara. Pero para él eso no era nada. Vagaba sin saberlo en un bucle casi perfecto entre el sonido de un portazo y una caricia de despedida. Y era inevitable que no lo afectara el tiempo para poder seguir con ese trance. Descubrió que las palabras, al discurrir los días por la clepsidra, pierden su significado. Y él no quería abandonar ese laberinto.

Cada vez que miro arriba y añoro el cielo

Siempre me imaginé un águila briosa que surca los cielos y traza líneas imaginarias. Un ser que espera en lo alto el momento de abalanzarse sobre su presa desprevenida. Pero también el animal que contempla más allá del paisaje y aprecia el horizonte. Y que al mirarlo piensa en todas aquellas cosas que no conoce pero que sabe que existen. Que al observar la circunferencia de la tierra comprende lo cíclico y la continuidad. Y se deja llevar por las ráfagas, que lo rodean, que lo sumergen, que lo completan. Tal vez por eso dibujé líneas imaginarias sobre tu hombro, que se convirtieron en un vago horizonte cuando estabas de espalda.

Besos entre fábulas

“Porque está en mi naturaleza”, dijo el escorpión antes de morir. Ella negó con un gesto de su mano y con cara de hastío la fábula de la rana y el escorpión. Yo vacilé por un instante, entre sorprendido y divertido por tal rechazo al determinismo. Su aparente inocencia me cautivaba, pese a la ironía que su negación imponía. El debate terminó como concluyen esos temas: con un beso desesperado. Con un beso mío, que tantas veces morí en esa laguna. Con un beso mío, beso de víctima, beso de victimario.

Solo otro monstruo de tinieblas

Una gota se desliza por una tecla que estaba por presionar y se escapa como el tiempo de la clepsidra rota. Me pierdo en un conflictivo laberinto de pensamientos, que muchas veces se resume en largas enumeraciones de sencillos nombres. Entiendo en un instante que soy un cazador entre las sombras, aguardando que aparezca el monstruo. Pero también soy el monstruo que espera agazapado en las tinieblas, para devorar a su víctima. ¿Ella mencionó mi nombre en sueños? O, quizá, mi anhelo se proyectó en sonidos informes. La transpiración de la botella ya se escapó de mi visión, esperaré que el calor la evapore y se una a un sinfín de lágrimas.