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Mostrando entradas de marzo, 2011

Primer beso

En el momento que las palabras empezaban sobrar, acaricie suavemente sus rubios cabellos y miré sus ojos, o ella miró los míos. Muchos creen que el primero es el más importante, pues habla de cómo serán las cosas. Un poco más de diez centímetros nos alejaban de esa epifanía. El silencio nos fue cubriendo mientras pasaba lentamente el tiempo y ambos ganábamos terreno. Todo oscureció y sólo restaba esperar a que algo suceda, en ambas tinieblas. Entonces el mundo se iluminó en mis ojos cerrados, el camino había terminado.

Una frase

"Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno".   Dijo el maestro, para consolarnos y consolarse. Tantas tristezas guarda el mundo, tantas agonías que a veces se hace difícil enfrentarlas. El cielo, el paraíso, puede estar escondido en la última gota de la clepsidra, o en el vagón de un tren a un destino lejano o en la sonrisa de una amiga que trae una buena noticia. En el misterio sagrado que encierra este orbe que es nuestro planeta o en la sombra de una figura pasajera. Pero nos espera el infierno, o sea el sufrimiento y la mediocridad. El precio de vivir y sentir que la vida no es más que una jaula pasajera. La esperanza que tenemos, la única, es tratar de conseguir una salvación utópica e imaginaria que nos libre un momento de nuestros pesares. Y el cielo existe, está entre tus brazos...

Caminando

Me quiere, lo sé y aunque sea azaroso mi actuar estoy seguro que voy a convertirme en su norte. No me quiere, el pétalo abandona mis dedos para depositarse graciosamente en el suelo sucio. Me quiere, aún faltan algunas cuadras, los autos le dan un colorido inesperado al día. No me quiere, pero las nubes amenazan con llorar y un vacio me oprime el pecho. Me quiere, ojalá las historias no terminen nunca. No me quiere, ojalá las historias no duelan nunca más. Me quiere, caigo en cuentas de que me he quedado sin regalo. Suelto la flor, aunque el interrogatorio no haya terminado. Ya tengo enfrente a la rosa que debe responderme.

Soneto a una princesita

Hay en mi balcón una única maceta, con poca tierra y un par de rayitos de sol. En ella florece una pequeña flor, belleza entre bellezas de las que esperan los que esperan. A veces miro la ciudad, tan distante y me reconforta tener cerca una parte de la naturaleza que allí ignoran. Espero con ilusión el día en que alcance su esplendor, para al fin quedarme sin palabras.

Réquiem de una relación

Todas las personas que mueren a lo largo de nuestro camino, literalmente o no, van dejando pequeñas marcas en la memoria. Un génesis casual: con un saludo. Un transcurso entre confidencias. Una triste despedida o alguna traición. Es, cuanto mucho, lo que se graba en el corazón. El tiempo pasa y nos regala nuevos muertos y nuevos sueños de muertos. De vez en cuando alguna estrella nos encandila por un par de meses, por tres o cuatro años, pero luego desaparece en el cielo, se fuga cual ladrón que escapa de prisión. Entendemos que hay pocos astros en el firmamento y mucha fugacidad fatal. En el final, ya no nos importan los motivos del deceso. Se vuelven monótonos los dóndes, los porqués, los quiénes. Sólo nos importa esa cronología en la necrópolis de nuestra alma y la cara de la soledad propia. Que, como consuelo, morirá con nosotros.

Santo Grial

Tal vez no soñarte, no esperar verte bajo el sol de la mañana, no intentar evocar tu sonrisa en cada paso haya sido el comienzo de mi desgracia. El amor nos encuentra, dicen como un susurro, aquellos que agraciados o desgraciados se han topado con él en los recónditos pasajes de la vida. Como un santo y seña apareciste y te fuiste, efímera estrella. O te arrebataron de mis manos, a la distancia ese detalle no importa. Y yo quedé, como tantos otros, con ese sabor amargo que deja lo perdido. Con esas sombras de recuerdos hace tiempo fallecidos, con los fantasmas de niños que no han nacido. Trate, sin mucho éxito, de revivirte en cada verso, dibujar la silueta de tus ojos en cada papel. Entonces, en la vasta agonía de la desesperación emprendí un viaje, casi eterno, cual cruzado, en busca de mi Tierra Santa. Eso hice, busqué algo que supuestamente nos encuentra, la quimera perfecta, el mayor invento del hombre. Se dice, y espero que sea verídico, que un día el Señor nos llamara