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Mostrando entradas de septiembre, 2014

Frente al mar

Yace en un colchón de arena, sintiendo con desdén las caricias del mar y el sol. Entre sus dedos discurre un tiempo sin forma, porque se sospecha inmortal. Sin corona es reina de todos los que la rodean, pero su reinado ya no la conforma. Marina mira el horizonte y no se sorprende de su inmensidad, está ocupada en una serie de pensamientos. Se pierde en sueños de mundos que no existen o que tal vez solo sospecha. Piensa en un par de objetos que marcaron nuestra historia, Piensa en las murallas de Constantinopla. Se pregunta por el peso de una rosa en diferentes lugares del planeta o del universo. Susurra el nombre de una espada, cada tanto, como un talismán ante los temores. Marina se sabe pensada y ella también piensa. Pero se le escapa el nombre del poeta que se transforma en otro anónimo.

Al amanecer de una noche en primavera

Nuestro único beso está escondido entre los susurros de un poema que pasó inadvertido. Su mano fría me despidió con un roce en la mejilla, y la marcó de igual forma que a mi corazón. Antes de desaparecer, me miró con esos enormes ojos llenos de matices y se fue con el viento. Se perdió como la noche al amanecer, sin pedir permiso y sin arrepentimiento. Y yo quedé como el que contempla el amanecer y sabe que tendrá otras noches, pero nunca más la que pasó.

El amanecer después del saqueo

“Estamos perdidos”, susurró o pensó en voz alta Christó al ver el desierto. Puede que fuera cierto, los campos sembrados y prontos a cosechar habían sido arrasados. De las sombras surgieron fantasmas en forma de bandidos que nos arrebataron los esfuerzos. “Estamos perdidos”, repitió más convencido del inexorable destino que nos tocaba. Cayó de rodillas, casi sin aliento y con el rostro enrojecido por la frustración. Las murallas solo habían postergado el inevitable final. Cerca de donde estaba descubrió un poco de vegetación verde, el futuro.

La que es deseada

Eran ciertos los rumores, su encuentro era un camino venturoso para cualquiera, agua para el sediento. Yo temía toparme con otro Midas, porque su oro siempre parece real y sin embargo con el tiempo se gasta y pierde valor. Las aguas erosionan las costas de idéntica forma a la que mi interés se va perdiendo con el día. Pero en las sombras de sus pómulos se guardan más tesoros de los que puedo gastar en esta vida. Desde mi oscura celda anónima ofrendo a su nombre unas líneas en el papel arrugado. Sospecho que si un día extravía una sonrisa y por casualidad azarosa cae en mis latitudes conoceré el sabor de la inmortalidad.

Cuando caen las rocas

Caminaba entre baldosas flojas con una gran luna como joya en una corona de cielo negro. Poco tiempo antes un pequeño palacio se había derrumbado ante sus ojos. No era el primero, eso estaba claro, y seguro tampoco sería el último. Durante un instante su brillo lo deslumbró al igual que impresiona la sonrisa de una mujer hermosa. Pero nada de eso quedaba, solo un lugar vacío, un camino por recorrer y un vago recuerdo.

Las hojas y el otoño

Se mece tranquila en el aire mientras desciende a la velocidad de una lágrima en una mejilla seca. En su abismo están los compases del tiempo y el sonido de los pasos de una dama ignorada. Una rosa la acompañaba con la mirada, sabiendo que el destino de la hoja es un presagio de su futuro. Mi piel le susurra a mis nervios que el frío está aumentando, pero mi cerebro decide ignorarla. Me dejo caer, la brisa me termina de despeinar y el olor a tierra húmeda me dice que estoy lejos de los hombres. El cielo gris me distrae por un momento y cuando vuelvo a buscar la hoja que planea ya no la encuentro. Su desaparición, sin quererlo, me recordó todo lo que he perdido.

Estaba despierto

Puede que, de tanto imaginarte, al verte te haya confundido con uno de mis sueños. El martes discurría como la arena de las playas acariciadas por el cálido mar. Yo divagaba ebrio de imágenes imposibles que colmaban mi memoria y tal vez mis palabras. Entonces me perdí en tus ojos claros, como quien entra en un intrincado laberinto. Tu visita fugaz dejó un halo en la habitación durante un tiempo en el que todos permanecimos en silencio. Desde ese día vago detrás de la estela que dejó tu visión.