Esos días de lluvia
Las gotas surcan la piel como pequeños arroyos que desgastan el suelo y sin embargo desaparecen en la sequía. No importan los viejos fracasos, o los nuevos, porque el plañir del cielo bautiza y renueva. Los pies se vuelven pesados, o quizás es la ropa, pero no importa si es necesario arrastrarse. Las baldosas flojas esperan como trampas para osos o minas, aunque en el contexto no importan. Lejos, en la esquina pasada, algún problema se queda olvidado. Ojalá su desdicha sea eterna.