Encerrando los problemas
Pensé que iba a ser la respuesta correcta, por ser la más fácil y evidente. Tomé su foto y a su alrededor dibujé un conjunto de líneas que entre curvas y rectas la iban encerrando. Cuando se volvió imposible salir, contemplé mi obra como a un hijo recién nacido y la escondí en un cajón. Pero los laberintos demandan supervisión primero y sacrificios después. Otros tenían que pagar el precio de mitigar mi dolor y eran ofrendados a la bestia, ya sin forma porque los recuerdos metamorfosean. Tal vez el monstruo ya no exista o quizá nunca lo hizo, pero las paredes del laberinto colman mi mundo. ¿Esperaré guarecido en mi castillo la llegada del héroe, espada en mano? ¿Tomaré acaso la daga y terminaré con el simple papel? Las palabras crean, las palabras nos sobreviven. Pobre Dédalo fui y moriré.