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Mostrando entradas de marzo, 2015

Los cielos

Nos cubre y pasa desapercibido pero tiene más estrellas que granos de arena las playas del mundo. A veces me detengo en las noches cálidas y lo contemplo en silencio, cubierto del velo que regala la ciudad. Pero sin embargo hay otros cielos que día a día nos importan más. Los objetivos por cumplir, los deseos por satisfacer, los tesoros que encontrar. Y la rosa, que se hace tan grande que imita a una sombrilla convirtiéndose en otro cielo.

Algunos estilos de guerreros

Algunos buscan esconderse en lujosos castillos, rodeados por poderosas murallas. Algunos esperan con el torso desnudo, en una pradera o sobre una colina, hacha en mano. Algunos acechan en los oscuros pasillos de un laberinto, olfateando el miedo a lo desconocido. Algunos diseñan laberintos y miran desde afuera como los incautos ingresan para ya no salir. Algunos juegan la danza de la clepsidra y confían en que el cadáver de su enemigo flote frente a ellos. Algunos atacan sin compasión, pese a no recibir amenazas ni estar en riesgo. Algunos prefieren la espada y el canto del metal, los gemidos de guerra y el vuelo de las aves carroñeras. Algunos prefieren la espada en el verso y son igual de despiadados pero con metáforas. Y sin embargo, todos son cautivos de un sentimiento de los invade, que los conquista, que los vence. Aunque el enemigo no sea claro, sienten que la guerra los rodea,

Laberintos de recuerdos

Se desdibujan las sonrisas hasta convertirse en simples líneas rectas con el paso del tiempo. No quedan fragancias en la memoria, ni evocaciones tardías que resuman tu existencia. El sol se oculta en un distante horizonte y en la oscuridad se pierden los límites de las sombras. Me deslizo en el pasar de los ojos cerrados y los cuentos que narra mi imaginación. Creeré en algunos, que no existieron. Negaré aquellos que ocurrieron y no me gustan.

Ella y el sol

El sol parecía tener especial contemplación con ella, porque la señalaba como un reflector. De alguna manera siempre destacaba sin esfuerzo, por acción u omisión. Aunque la estrella y yo nos declaramos la guerra hace años, reconozco su buen gusto. De alguna forma también soy un faro que apunta e ilumina todo lo que esa mujer hace. Y con el astro compartimos el mismo destino, nadie mira de frente las luces.

El regreso

Caía, pero no era una estrella ni un objeto atado a la gravedad inevitable. Estaba mi lugar con el elefante y el tigre ya había jugado bien sus cartas, mordiendo, desangrando. Su cabello dibujaba siluetas de fantasmas en el aire que la acariciaba como yo lo haría. Me examinó, cruel, de forma profunda y desgarradora, sabiéndome vencido. Pero no me remató, solo se alejó despacio luego de escucharme susurrar su nombre. Fui su víctima dos veces esa tarde, cuando regresó.

El espectador

Se deslizan sus dedos en su cabello, encuentra algún vago consuelo en su reflejo y sonríe. No se percata de mi existencia mientras su mirada se pierde en los árboles que asoman por la ventana. El anonimato del último asiento tiene la ventaja de la visión cuasi científica, de ambiente natural. Desisto rápidamente del ejercicio intelectual de adivinar qué piensa o a dónde va. Y aunque parezca irónico, esta vez no me dejo atrapar por la curiosidad. Pese a que en uno de sus brazos, un conjunto de estrellas se entrelazan y forman caminos, muros, senderos ocultos…