Nos mienten cuando nos dicen que con el adiós alcanza y comienza una nueva historia. Viven en nosotros esas pequeñas fotos, retratos de aquel o aquella que nos dejó o echamos. Están esos gestos con la boca que no eran nuestros, esos movimientos de ojos. El gesticular con tal o cual mano, el terminar una frase con un chiste. Nos mienten y nos engañan, porque estamos débiles sin saber qué hacer. Entonces aparecen los manipuladores, los indeseables que sienten a la distancia el dolor. Uno sospecha que su placer reside en aprovecharse, pero nos equivocamos, existe en la satisfacción ante el abuso del penar ajeno. Huirán como ladrones por la noche, como preludio de una cacería renovada. A los despojos de la primera pérdida se sumará la basura de los abusadores. Se apilarán los despojos de nuestra vida, mientras nos sumimos en los vestigios de lo que no superamos.