Entradas

Mostrando entradas de 2017

Un hombre ha muerto

En la plaza del pueblo yace el cuerpo de un hombre muerto. El pelotón de fusilamiento limpia sus armas a la luz del sol y ante la mirada de las aves. En esos pueblos, lo que pasa en la plaza es un acontecimiento, pero hoy no hay niños pues en el centro hay un hombre muerto. Ya no importarán los crímenes o la Justicia, un hombre ha muerto. Algunos soldados se descubren la cabeza, todavía recuerdan sangrar junto al muerto en tal o cual batalla. No hay más por ver, las aves se acercan furtivas. Mañana nadie recordará al hombre muerto. Pero esta noche más de uno se preguntará quién será el próximo que esperará en la plaza.

En el derrumbe

Se desmoronaba el suelo bajo mis pies sin aviso alguno y el sol, siempre distraído, brillaba sin enterarse. La caída inminente parecía no tener final, aunque una parte de mí la consideraba merecida. "Vivir por la espada te lleva a morir por la espada", me susurré como un talismán. También recordé la belleza de lo que se pierde o de lo que se va, en una infructuoso intento de consolarme. El frío comenzó a cortar mi piel, la humedad en mis mejillas se helaron como cierto corazón que en algún momento fue mío. Veo el final del camino y la culminación de la caída, en breve me despertaré.

Beso de buenas noches

Ella me cantaba canciones para dormir mientras su público era poco más que mi espalda. Le cantaba a un público que de todas maneras no podía ver, porque el alma no tiene color o forma. A lo lejos sonaba algún difuso oso musical de mi infancia o aquella sonata rusa que me describe. La congoja se dibujaba en mis ojos velados con las siluetas de las derrotas o esas confusas victorias. El tarareo involuntario de esos versos que son mis tortuosos amuletos y que escapan de lo que cuento. Me gusta pensar que ella se despidió esa noche con un beso de buenas noches que no recuerdo.

Mis amigos, los vencidos

Los límites del horizonte se desdibujan en líneas que nos recuerdan que todo es un eterno regresar. En el fondo lo sabemos, se ve en nuestros ojos, se siente en nuestros pies. Hay una frase que nadie se anima a decir, pero que casi se puede cortar en el aire. No quedan espadas, ni lanzas, ni palabras para salvarnos. ¿Será este ocaso el final de nuestras historias? ¿Aquellas que en algún momento simularon la gloria? Si nuestro tiempo ha de finalizar, que nuevas historias consigan la redención que nosotros no conseguimos.

Cuando las estrellas aparecen despacio

Los límites del camino se desdibujan mientras el paso aumenta y la luna gana el cielo desnudo. Ese lejano susurro retumba como un eco eterno que nace en mi interior, o tal vez en su boca. Un segundo. El ritmo de los suspiros disminuye y mis ojos se acostumbran a ciertas sombras empañadas. Descubro los puntos dispersos en el lienzo negro del firmamento, sin querer los uno. No me sorprende el resultado, pero el resto del recorrido se hará más difícil y lento.

Ocaso de juventud

Ella, todavía inmortal, movía los dedos mientras jugaba con la idea de su mortalidad. Yo, tan mortal como todos, la escuchaba con la nostalgia del que se apaga con la noche. Esa divagación casi filosófica me arrastró como un torrente a una serie de enumeraciones dolorosas. Las copas vacías rotas, un sinfín de derrotas y una guerra casi perdida. El sol se despide en el horizonte y un leve rocío acaricia las superficies, antes de volverse una molestia. Los hombros se sienten pesados, hace rato que nadie dice nada. Vuelvo a mirar el paisaje que nunca me aburre, pero al final de cuentas lo único que va a quedar es el silencio. Solo el silencio.

Entre otras sorpresas

Entonces me sentí perdido y comencé a ordenar los recuerdos que se guardaban en aquel cajón siempre cerrado. Que tal foto allá, ese regalo por allí, ese libro acá y ese poema olvidado, ya sucio, ahí. Mi curiosidad, vieja trampa si las hay, comenzó a inquietarse al percibir cierto patrón. Un rato que se diluyó como una nube en el viento me dejó una inesperada revelación. La suma de mis pasados forman un rostro, pero no el mío ni el que imaginé.

Esos días de lluvia

Las gotas surcan la piel como pequeños arroyos que desgastan el suelo y sin embargo desaparecen en la sequía. No importan los viejos fracasos, o los nuevos, porque el plañir del cielo bautiza y renueva. Los pies se vuelven pesados, o quizás es la ropa, pero no importa si es necesario arrastrarse. Las baldosas flojas esperan como trampas para osos o minas, aunque en el contexto no importan. Lejos, en la esquina pasada, algún problema se queda olvidado. Ojalá su desdicha sea eterna.

Esperando el temporal

Ella todavía sonriendo se acercó y suspiró que mis fracasos no eran derrotas. Pero que nuestra clepsidra ya se había agotado y tenía que dejarla partir. Una vez más contemplé por la ventana como la luz del sol se escabullía entra las hojas de los árboles. Un gato saltaba de rama en rama, siguiendo algo que yo no podía ver. El dramatismo se terminó con la puerta cerrándose suavemente a mi espalda. Por un momento me distraje y perdí de vista al gato, que ya no pude volver a encontrar.

Aburrimiento

Me aburren las danzas de las decisiones y los tiempos que se acaban porque los dejamos ir. No elegir es una elección y destruye la infinidad de posibilidades que tienen los días que mueren con el sol. La ventana me muestra nubes grises y rosas, las hojas que perdieron el color como mi suerte. El viento me acaricia la piel, pero amenaza con lastimar si me quedo mucho quieto. Los pájaros emigraron como prólogo de una estación que no va a ser recordada.

Ciclos que nunca terminan

No se apagaron las llamas, pese a que de lejos parezcan ascuas dispersas y sin leña. Pero quizá la tibia soledad del silencio haya erosionado esa imagen que varios se crearon. Detrás de los ideales, hay personas de carne, agua y huesos que se equivocan o mueren. Nuevas batallas se perdieron y aquellos soles ya solo dan sombras, porque la luz está en otro lado. En algún lugar alguien me susurra que todo pudo ser distinto y tendría el mismo sentido.