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Mostrando entradas de julio, 2013

Autómata (III)

Duerme en el desván aquel creado para reemplazarme en la monotonía. Su necesidad desapareció cuando cayó la estrella que me obligó a pensar siempre en ella. El mundo de colores es demasiado bello como para no apreciarlo todo el tiempo. Y aunque la rosa tenga espinas, vale la pena lastimarse un poco los dedos. Aunque en la vigilia prólogo del sueño, creo oír desde la oscuridad lo que parece un lamento. ¿Me amenaza desde las sobras lo que creé para cubrirme?

Pensando en la lluvia

Será el ciclo del agua la metáfora que guíe el relato de estas letras. Como vapor que asciende crecemos hasta llegar al cielo. Entre pares buscamos sin querer lo que nos condense para precipitarnos. ¿Será acaso el amor la tempestad de nuestra furia en caída libre? Tras el final, somos aquella bruma que espera del sol para volver a las nubes.

Autómata (II)

Antes del alba vislumbré, entre sueños, el paraíso pero no era un lugar. El autómata ya camina, lento y hasta dubitativo, pero avanza. Exige de mí mucho tiempo y dedicación, casi como una pareja o un hijo pequeño. No hace las cosas rápido y no puedo abandonarlo porque es un peligro. Mi intención inicial era delegarle tareas menores, pero seguramente tarde mucho en llegar a eso. Pero hay algo en él que me recuerda a mí, todavía no lo distingo. Al fin de cuentas, mi fuego lo creó y como tantas otras cosas tiene algo que era mío y ahora perdí.

Autómata (I)

Tal vez la construcción del autómata comenzó antes de ser consciente de ello. Sus planos estuvieron mucho tiempo en mi mente, irónicamente mientras cumplía con las tareas que tenía pensadas para él. Entonces pasó. El tiempo libre me dio momentos de llevar las manos a la obra. Había mucho para diseñar, mucho que construir, mucho para ordenar. De a poco el autómata fue tomando forma, mientras que lo cocinaba con mi propia llama. Será una cuestión azarosa, pero la obra siempre tiene partes del artista.

Desconexión tácita

Se marchitan las rosas y crece en ti la sensación de que solo eres uno más en una eterna fila. El sol sale y muere, pero no te importan los detalles de la ventana, pues tus ojos no posan en ella. Los soldados se alistan para el combate, pero tu guerra hace tiempo está perdida. Discurren como el río las horas que componen tu vida y apenas respiras. Has mirado durante tanto tiempo el abismo… Se amontonan sobres en la puerta, caen las hojas del calendario. En algún momento te verás a ti mismo y sabrás que es momento de despertar.

Bajo llave

En una celda de mi dominio, el polvo en suspensión tras vastos periodos de tiempo ha decidido radicarse en ciertos objetos. Más que una celda, es una suerte de bóveda precaria donde residen los pocos tesoros materiales que poseo. Y no son de gran valor. Un par de libros, una o dos lapiceras que aprecio. Un par de cuchillos que me gustan y promesas de un futuro que no fue. Son esas memorias físicas las que suelen llenarse de más cantidad de polvo. Las pocas veces que las visito, porque debo cambiar los libros de mi lectura nocturna con regularidad, apenas si puedo mirarlos. No puedo dejar de notar la similitud que tienen con la memoria humana. ¿Seremos en algún momento un mueble que aunque se resista a desaparecer no puede evitar llenarse de polvo?

Frío

Frío, te extiendes por mi cuerpo desde el cabello hasta los pies. El aire gélido amenaza mi corazón, último bastión de la resistencia. Porque aunque no puedan cambiar la realidad, existen sentimientos que se niegan a la derrota. Sin pertrechos y con poca munición esperan en el nido de águila el bombardeo final. Pero no aceptan la derrota si viene de la mano de un simple soldado de avanzada. O desde un mensaje de alguna de esas banderas que desean con tibieza la victoria entre las ruinas. Soportarán el martirio hasta que en combate un nuevo rival se decida a eliminarlos.