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Mostrando entradas de julio, 2014

Como un ejército

Marchamos, durante varios días, tal vez años, a la espera de nuestro enemigo. Las diferencias entre nosotros eran abismales, puesto que el origen a veces nos determina en pensamiento. Pero con cada combate, con cada gota de sangre derramada, nos volvíamos uno. Entonces pasó, era de noche, vos llorabas y yo trataba de reprimir las ganas de fumar. Después de tanto luchar, después de tantas batallas, el enemigo éramos nosotros. Todavía guardo celoso las cicatrices de esa derrota, entre sombras en el exilio.

Historia de cualquiera

En el crepúsculo ensayé algunas fórmulas para describir lo que puede ser la historia de cualquiera. Dije (porque pensé en voz alta) que la copa terminó por desangrarse tras tantas caídas. Dije (mirando al cielo como me gusta) que las nubes cubrieron hasta el último rayo de sol y parece que va a llover. Dije que las habitaciones ahora son más espaciosas y que sobran el aire y la tristeza. Dije que se marchitaron cada una de las esperanzas que plantamos en un jardín que olvidamos hace tiempo. Dije que sentí la daga de Bruto en el pecho de Julio César, mientras éste decía "Tu quoque, Brute, fili mi?". Dije que nuestro hilo, el que nos permitía salir del laberinto, no era de oro. Dije que quedé solo en el laberinto, desarmado y sintiendo una respiración de bufidos. Dije que toda despedida tiene algo de bienvenida, aunque hoy no sepamos qué. Repetí que no sabía qué. (Aún no lo sé). Dije que eras mi lugar en el paraíso y ahora todo es el paraíso, porque está perdido. Dije que eras

Inevitable

Es cierto, no lo puedo explicar, pero es como estar perdido en el desierto. No ves por ningún lado los muros, pero es un laberinto que no te permite escapar. Sin punto de partida o meta, sin otra dificultad que nuestra propia resistencia. ¿Será esto todo lo que me queda? Las raciones de agua cada vez son más escasas pero eso no significa estar cerca de un oasis. ¿Qué esperaba el Minotauro en su vigilia? Al final, tal vez a mí también me aguarde esa espada.

Fotografías caminantes

“Ayer la vi a Irene”, soltó Christó como quien no quiere decir nada pero libera un kraken. El nombre me sonaba, era un eco desde otra vida, un recuerdo olvidado, una de las mujeres que he amado. Pero la que amaba el poeta, la misma que también amó (o ama) Christó. Ella no existe, es el arquetipo de La Rosa, que puede ser cualquiera de las rosas según quién la busque. “Ayer la vi a Irene”, (estoy soñando), las catapultas parecen anunciar el final del sitio. No soy el señor del castillo, ni un caballero, solo un soldado de pie que ve la muerte a la cara. “Ayer la vi a Irene”, pero es mi voz la que me lo recuerda, estoy parado frente a un muro de varios cientos de metros de altura. Llueve, tal vez también lloro, el camino es interminable y el sueño me traslada de situación en situación. “Ayer...”, un jardín se marchita frente a mis ojos, las aves caen del cielo. “La vi...”, pero tengo que correr y no se termina la oración, alguien grita qu