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Mostrando entradas de abril, 2015

Algo nuevo bajo el sol

No tenía nada guardado, ni una sola carta bajo la manga, ninguna frase elocuente y sutilmente entrenada. El asalto me tomó desprevenido, pero con suficiente tiempo para replegarme detrás de la muralla y mirar desde una torre. El enemigo se alzaba imponente, pero no me buscaba a mí o a mis tropas, solo pasaba. El otoño nos regaba con una brisa suave y un sol sumiso, pero presente. Y el general que duerme en mí tenía ganas de abandonar la seguridad y arrojarse a una cruel batalla. Quién sabe cuál destino me esperaba ese día. Miles se salvaron y la historia ya no lo recuerda.

Una belleza que no conozco

No vale decir que lo esperaba, ni que estaba preparado, ni que sabía qué podía pasar. El tiempo se dilata con la velocidad y yo te vi tan rápido que de visión fugaz no tuvo nada. Y luego te esfumaste en un torrente de miradas que te arrastraron como un río crecido. Ahora, confinado en la celda que dibujaron para mí te pienso y te imagino. En ese falso sueño no sólo nuestros ojos se encuentran. Tomará trabajo determinar tu lugar en mi laberinto.

Ante la jaula vacía

Te tendí una trampa y te dejaste atrapar, pero nunca te retuve realmente. El principio emulaba el nacimiento de una estrella con un brillo abrasador. Pero el tiempo desgastó palmo a palmo tu semblante y tu sonrisa. Las plumas se desprendieron como pétalos en otoño. Y el canto menguó como la luna que busca desesperada una despedida para renacer. Sin más imágenes para convencerme te dejé partir y vi tu vuelo por última vez. Tengo un amuleto en mis manos que espero vuelvas a buscar.

La compositora

La dejó en un sobre dorado, en uno de los vestíbulos porque sabía que iba a apreciar el detalle y la ironía. La partitura no tenía título, pero era de su autoría, para interpretar lento en piano. Siempre dijo que prescindía de las palabras conmigo, que prefería hablarme con los compases matemáticos que rigen la música. Las primeras notas erizan la piel como un beso en el cuello un martes por la tarde. Pero luego la melancolía gana terreno y se comienzan a dibujar imágenes en la mente. Tal vez las de una chica corriendo por un camino casi infinito que no lleva a ningún lugar. O la sensación sentir que sos un laberinto para luego entender que sólo sos una pared. Las últimas notas se desgranan como una despedida firme de alguien que no se arrepiente pero que no va a volver.