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Sin un mañana

Se desdibuja una sonrisa que nunca estuvo completa con el devenir de esa gota en la taza. Parece irreal el suspiro, el gesto cansado, la suma de palabras que arman oraciones que no entiendo. Sonará fuerte la puerta en cualquier momento, pero no importa. Se llenará de mensajes el teléfono en cualquier momento, pero no importa. En mi reloj se refleja el sol y veo un círculo de luz en la pared. Me pierdo en él, como se pierden los gatos o aquellos que no buscan un mañana.

El rey ha muerto

Suenan las campanas  de la torre más alta,  pero por ningún lado se ven enemigos. El rey ha muerto,  comienzan los murmullos  y los lamentos. Para más de uno es una sorpresa,  porque se lo veía sano y luchador,  pero el rey ha muerto. Las danzas se suspenden, los festejos se cancelan, los niños se acuestan temprano y sus padres conversan en voz baja. La sucesión al trono  desangrará regiones enteras  y algunas madres  despedirán por última vez a sus hijos. Pero nada de eso importa ya  en el frío lecho del monarca muerto,  porque a la muerte tampoco  le importó su majestad. Un gato persigue su sombra  y no se sorprende  con los soldados en las callejuelas  o la amenaza de tormenta. El rey ha muerto, aceptan todos con melancolía. ¡Larga vida al rey!

Niño cerca

Ella le sonríe y festeja con cierta ternura un chiste sagaz. Él no dice nada y mira el suelo, pero en el fondo acaricia el pelo de un niño pequeño. Un niño que se maravilló a los 3 años al ver el dibujo de un dinosaurio. Qué se conmovió al entender la inmensidad del universo o lo minúsculo de nuestra especie. Un niño que soñó con sus ancestros y que imaginó generaciones de descendientes. Un niño que entró al río y que cuando salió entendió que ya no era el mismo río ni él el mismo niño. Él no le dice nada a ella, pero a ese niño trata de tenerlo siempre cerca.